viernes, 18 de mayo de 2012

EN TU CASA O EN LA MÍA

     He de reconocerlo. Como todos los árbitros que pasan por el Bernabeu soy casero, muy casero. En el sentido más honesto, claro está,  de la palabra. Pertenezco a esa tradicional especie de individuos que, una vez cumplidos sus deberes laborales, mercantiles, sociales o de cualquier otra índole en el mundo exterior, aprietan el paso hasta su domicilio, se sacuden en el felpudo de la entrada los últimos rescoldos de calle que les incomodan y atraviesan, sin visos de salir en un saludable espacio de tiempo, la puerta de su casa.
     Pero, una vez establecido el vínculo que nos aglutina a todos, habría que empezar a matizar con cuidado  pues en la nutrida lista de personas apegadas a su hogar hay multitud de detalles que nos diferencian de la misma forma en que no se parecen un diente de leche y otro de ajo:
     - Distinguiremos primero al grupo de los REFORMISTAS, que son aquellos propietarios forofos de variar continuamente la distribución y aspecto de la vivienda de forma que la visita de alguien no muy asiduo a la misma ha de ser guiada, como en los museos. No hablan de su casa sino de su morada, o de su verde o su amarilla con cenefa, según el tono escogido en la última reforma. Cumpliendo la normativa vigente, el mensaje que suele rezar en su felpudo es el de PRECAUCIÓN, OBRAS.
     - Citaremos ahora a los OPTIMISTAS, prototipos del entusiasta vital al que nada arredra y habla con desparpajo de su mundo, su espacio o su universo al referirse a los 70 metros cuadrados donde vive sin reparar en que difícilmente pueden caber planetas o estrellas allí donde han entrado raspando una cama de matrimonio y dos mesillas.
     - Luego está el grupo de los BIÓLOGOS. Nunca mencionan su casa sino su hábitat, su nido, su madriguera. Cuando entra algún visitante, éste avanza con cuidado temiendo pisar un huevo o a un cachorro y, si le invitan a comer, procura negarse moviendo únicamente la cabeza por miedo a que, si intenta hablar,  le aticen un gusano en la boca.
     - En cuanto a los HOSPITALARIOS,son la versión más controvertida del casero: gustan de su vivienda más que de la calle pero, al mismo tiempo, disfrutan cuando toda la calle pasa por su vivienda. Hay un constante movimiento de gente que entra, se acomoda y sale a cualquier hora, y siempre bien recibida venga a lo que venga, como si estuvieran allí para comprarles algo. No es de extrañar que, para facilitar las cosas, con el tiempo la puerta de entrada se acabe sustituyendo por  una cortina.
     - Por último, están  los ERMITAÑOS. Su casa es su castillo, su fortaleza y funciona más veces la mirilla de su puerta que el picaporte para abrirla. Toda visita, salvo las más allegadas, peca a sus ojos de inoportuna y la que, por azar del destino, logra franquear la puerta un par de pasos jamás verá cerca una silla, un vaso de agua o cualquier otro ofrecimiento que pueda prolongar demasiado su estancia. Ojo al felpudo del ermitaño, que suele estar electrificado.
     ¡PISA EL MÍO, SI TE ATREVES!

   
Os queremos presentar aquí nuestro segundo encargo de felpudos... Sabemos la ilusión que hace estrenar casa y lo que cuidamos todos los detalles. Así que desde aquí queremos dar la enhorabuena a esta pareja a la que acaban de dar su piso... Felicidades Maica y Jorge y ... disfrutad de vuestro nido antes de que algún halcón os intente robar los huevos (o debería decir tocarlos).


Felpudo personalizado para un nido recien formado. Enhorabuena Maica y Jorge.

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