sábado, 24 de marzo de 2012

EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO...

     Antes de llegar yo al mundo todo era más sencillo: siempre en cristiano y adaptándolo al género correspondiente, se escogía para el bebé el nombre del padre, madre, abuelo o, como mucho, el del santo/a coincidente con el del día del alumbramiento.Y uno se llamaba Eustaquio, Jacinta o Eusebio y su prole Eustaquia, Jacinto y Eusebia, sin más complicaciones.
     Las cosas comenzaron a enredarse en cuanto nací: los progenitores empezaron a pensar que los nombres de sus vástagos debían servir para algo más que para llamarles la atención cuando dejaban las cosas tiradas por el suelo e intentaron que sonaran bien. Y, confundiendo lo bello con lo extenso, comenzó la pléyade de nombres compuestos, en plan sencillo, eso sí (José loquefuera, María de loquefuera, Francisco loquefuera) para no confundirlos con los que la realeza ya venía aplicando desde hacía años (Victoria Eugenia, Froilán de Todos los Santos, Federica Juliana). Aunque muy estética, la tendencia fue bastante vana por poco práctica ya que a los pocos años nuestros rimbombantes nombres quedaban definitivamente reducidos a una mínima expresión (Pepe, Mari, Paco) que poco o nada tenía que ver con la intención primera.
     Para evitar que el nombre inicialmente elegido fuera mutilado por el uso se volvió a lo simple, pero ahora, además de corto, debía ser original. Pero en el ámbito nacional, aunque enriquecido con las contribuciones autonómicas, había pocas variaciones y, al poco, Iker, Sandra, Alejandro, sonaron demasiado frecuentes.
     Gracias a la inmigración y a sus aportaciones lingüisticas, el acervo patronímico se enriqueció hasta el punto de ofrecernos posibilidades multiétnicas (Kevin, Liubka, Liliana, Mohamed) y originales, pero solo durante un tiempo pues las modas, volubles como quienes las crean, nunca se alargan demasiado. Y volvimos al recurso fácil, al nombre compuesto.
     Y volvimos al recurso fácil, al nombre compuesto. Cómo, además, el repertorio de nombres simples que había a nuestra disposición se había multiplicado por cien, las posibilidades parecían inagotables. Surgieron los Kevin de Jesús, Liliana Manuela, Jose Mohamed, y otras tropecientas mil combinaciones de elementos tomados de dos en dos, hasta formar una serie larguísima con la que se podrían nombrar a los personajes de infinitas telenovelas.
     Las tendencias actuales mezclan el nombre largo con el corto, elegido siempre éste último con sumo cuidado, previa consulta de fuentes históricas, lingüisticas, mitológicas o enciclopédicas, para garantizar la singularidad de lo elegido (Telémaco, Circe, Lálage, Jonathan) en sacrificio de su impronunciabilidad. Eso sí, con esto los padres se garantizan que nadie los acabe abreviando con el tiempo. A ver quien tiene narices.
     Lo último de lo último que ha llegado a mis oidos es, debido a la influencia cada vez más impactante de este medio audiovisual, la tendencia paterna a los nombres televisivos (Antonia Tres, Terecinco, la Sixta, Neus)y, en reacción opuesta, otro sector de padres que apuesta por la educación desde el principio (María Elfavor, Mercedes Lapalabra, Tomás Asiento).
     Y para finalizar recordaros que, si bien no podemos ayudaros en la elección del nombre de vuestros hijos, si podemos realzarlo y convertirlo en un grato recuerdo con un mensaje personalizado, como el que os regalamos a continuación. Espero que os guste:

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